La mudanza de los salones de clase a las clases remotas ha supuesto un incremento acusado en las amenazas a la privacidad enfrentadas por las instituciones educativas y sus alumnos. Y el peligro no proviene sólo de las acciones de hackers informáticos, como los ataques con phishing. Un reporte elaborado por el centro de reflexión estadunidense New America analiza algunos de los potenciales peligros originados en la falta de normas precisas para el resguardo del copioso big data que se ha acumulado en los meses de pandemia. Es un problema que no se limita a Estados Unidos, sino que abarca prácticamente a todo el mundo.
El análisis, titulado Privacy Considerations in Higher Education Online Learning, señala que el uso de plataformas TIC para impartir clases a distancia resulta en nutridos repositorios de información particular sobre cada estudiante. Las universidades suelen especificar que pueden hacer uso de herramientas analíticas para procesar los datos y mejorar su servicio. Sin embargo, no sólo dichas instituciones tienen acceso a esos datos. También lo hacen las plataformas. Tal es el caso de los sistemas LMS (Learning Management System), cuya presencia se ha vuelto ubicua. Su uso implica una sostenida acumulación de datos capturados durante las clases en línea, incluidos audio, video e información escrita.
Las amenazas a la privacidad que ello acarrea no se limitan a posibles ataques por parte de ciberdelincuentes. Se extienden también al potencial mal uso que de la información puedan hacer sus poseedores. El peligro se agrava si las leyes no especifican con precisión las obligaciones de cada parte en el caso de que una plataforma LMS sea vendida, por ejemplo. ¿Quién se queda con los datos y cuál es su responsabilidad?
Registros minuciosos
Uno de los aspectos que podrían resultar preocupantes estriba en las predicciones sobre alumnos individuales hechas a partir de los datos recopilados. Los investigadores Manuela Ekowo e Iris Palmer señalaron en un artículo que la analítica del aprendizaje no sólo sirve para mejorar la experiencia y el aprovechamiento de cada estudiante. También puede utilizarse para predecir cómo será su desempeño a futuro, tanto académico como laboral, lo cual podría tener un impacto pernicioso en su desarrollo si la información es mal utilizada.
Algunos programas utilizados para la aplicación de exámenes en línea también pueden plantear amenazas a la privacidad. Estas puede agudizarse ya que dichos programas pueden registrar no sólo las respuestas de los alumnos, sino cada golpe de tecla, desplazamiento del ratón y hasta el movimiento de los ojos. Algunos inclusive recurren al reconocimiento facial para verificar la identidad del estudiante que responde la prueba. Además, durante los exámenes, los programas pueden tomar control de los dispositivos terminales utilizados. El propósito es abatir la posibilidad de que se hagan trampas al responder.
Lo malo es que un acceso tan intrusivo conlleva potenciales amenazas a la privacidad en el caso de que la información recopilada caiga en las manos equivocadas. Si bien el funcionamiento de los programas es cada vez más automatizado y requiere poca intervención humana, el riesgo de que la información se mal usada no desaparece.
Mejores leyes, menos amenazas a la privacidad
Por supuesto, para la mayoría de las universidades resulta prohibitivo desarrollar por cuenta propia plataformas y programas para la enseñanza en línea, ya sea para impartir las clases o para almacenar la información generada. Por ello recurren a compañías externas. Eso entraña posibles amenazas a la privacidad de los estudiantes, pues muchas de ellas también ofrecen servicios informáticos a otras empresas.
El riesgo es que, a falta de normas y controles adecuados, procesen los datos con miras a utilizarlos para mercadotecnia o reclutamiento de personal sin que para ello requieran la autorización expresa de cada alumno. Aún cuando las empresas prometen eliminar la información personal de los datos obtenidos para volverlos anónimos, eso no garantiza que dicha información no sea recuperada en un momento dado, pues existen técnicas para lograrlo.
En suma, para reducir al mínimo las posibles amenazas a la privacidad de los estudiantes en esta época de enseñanza en línea se requieren leyes más estrictas. Pero no sólo eso: también compromisos explícitos, legalmente vinculantes, por parte de las universidades para procurar el resguardo adecuado de los datos que recopilan de sus alumnos y definir con claridad para qué usarán esa información y por cuánto tiempo pueden conservarla.