En la educación superior se utilizan cada vez más herramientas de TIC. No sólo para impartir clases, ya sea en línea, presenciales o híbridas. También en la administración de las universidades, la investigación académica y los flujos de trabajo en todos los departamentos. Por otra parte, su proliferación puede conducir a problemas graves de ciberseguridad, sobre todo cuando se trata de aplicaciones obsoletas. De ahí la importancia de actualizar la tecnología heredada.
Ahora bien, dicha modernización no siempre está al alcance todas las universidades. En algunas ocasiones se debe a falta de personal calificado para realizarla; en otras, los usuarios se resisten a ella porque están muy cómodos con las aplicaciones que ya conocen y dominan. O bien, puede ser simplemente que no haya presupuesto para actualizar la tecnología heredada. Sin embargo, es posible lograrlo en un lapso corto, aun con recursos limitados.
Para ello se requiere establecer la ruta crítica a seguir. No sólo en el aspecto técnico de la migración de datos, sino en el de tomar en cuenta todos los procesos críticos de la universidad antes de actualizar la tecnología heredada.
El primer paso consiste en determinar cuáles aplicaciones son susceptibles de la modernización. Para ello existen diversas opciones, como migrarlas a la nube, trasladarlas a contenedores o refactorizar su código.
A continuación se deben mapear las dependencias de las aplicaciones antes de modificarlas. Esto es porque aún cambios pequeños en la funcionalidad pueden tener impactos posteriores, a veces muy grande. No tomar esto en cuenta al actualizar la tecnología heredada puede provocar problemas operativos que resulten en la interrupciones.
Actualizar la tecnología heredada mediante la nube
Entre las principales estrategias para actualizar la tecnología heredada pueden enumerarse las siguientes:
●Realojar. También conocido como lift and shift, permite trasladar las aplicaciones con cambios mínimos desde servidores on premise hacia otros en la nube. Es una estrategia rápida, generalmente asequible y, sobre todo, permite mantener casi intocada la arquitectura de las aplicaciones.
●Mover a la nube pública. Esto suele implicar un retoque las aplicaciones para asemejarlas a las nativas de la nube. Los contenedores pueden ser útiles para efectuar dicho cambio de plataforma.
●Refactorizar del código. Implica modificar algunas partes del código para optimizar las aplicaciones, generalmente para que funcionen bien en la nube. Así, con la refactorización se mejora su rendimiento y es más fácil mantenerlas.
●Reescribir. Cuando se trata de software desarrollado por la universidad, a veces es más fácil reescribir la aplicación por completo. El resultado permite obtener mejores resultados mientras se mantienen el alcance y las especificaciones de la aplicación original.
Conservar o sustituir
●Conservar. En ocasiones el costo de modernizar algunas aplicaciones viejas es demasiado alto, sobre todo si las utilizan pocos usuarios. En esos casos puede que valga más la pena dejarlas en funcionamiento, procurando que no pongan en peligro la ciberseguridad de la universidad.
●Sustituir. A veces resulta imposible actualizar la tecnología heredada, sobre todo cuando se trata de software muy viejo. En esos casos puede convenir reemplazarlo por alguna solución disponible en el mercado, a menudo con el modelo de software como servicio. De hecho, no es raro que esta opción resulte más económica que invertir en el mantenimiento de aplicaciones obsoletas.
●Desechar. A veces deja de haber razones válidas para conservar ciertas aplicaciones, ya sea porque ya no es necesaria o bien, porque hay otras más modernas que cumplen mejor con sus funciones. En tales situaciones se debe eliminar el software de manera segura.
Sean cuales sean las acciones tomada al actualizar la tecnología heredada, los responsables de TIC deben asegurarse de no perder datos al migrarlas a nuevas plataformas. Lo mismo ocurre si los equipos están trabajando para reescribir o refactorizar algunas aplicaciones.