Conforme aumenta el número de personas inoculadas contra la COVID-19, en diversos países —principalmente en Israel, Europa y Estados Unidos— comienzan a implementarse las primeras versiones de “pasaportes” electrónicos de vacunación para identificar a quienes han sido inmunizados contra el virus SARS-CoV-2. De hecho, el primer país en emitir un documento así fue Israel, con su “pase verde”.

Lanzado el pasado 21 de febrero, el green pass israelí consiste en una aplicación descargable en teléfonos inteligentes. La app no sólo muestra que alguien ya sido inmunizado, sino también contiene información cuando alguien ha contraído la enfermedad y se ha recuperado. Expedido por el Ministerio de Salud del país, es requerido para que el portador pueda realizar actividades como acudir al gimnasio, cenar en restaurants, asistir a funciones de teatro u otro tipo de eventos públicos. Además de la versión electrónica, existe una versión impresa, la cual contiene la información en un código QR escaneable.

La Comunidad Europea, por su parte, prepara la emisión de un “certificado verde de vacunación”, el cual tendrá también formatos físico y digital. En cualquier versión, contendrá un código de barras en el que se podrán almacenar hasta 20 datos diferentes, como el nombre de la persona y la vacuna que recibió, las dosis necesarias, el agente vacunador y la fecha y lugar de la inoculación. Se planea que entre en vigor a más tardar en junio.

Alianzas y estándares

“Pasaportes” electrónicos de vacunación

No sólo los gobiernos han recurrido a la tecnología para desarrollar “pasaportes” electrónicos de vacunación. También el sector privado busca contribuir a lograrlo. Un ejemplo es la Vaccination Credential Initiative (VCI), conformada por empresas tecnológicas y de salud, como Microsoft, Oracle, Salesforce, Evernorth, Mitre, Epic, Clínica Mayo, Safe Health, Change Healthcare y CARIN Alliance.

El propósito de la VCI es definir un estándar universal que pueda almacenar los datos referentes a la vacunación individual de manera segura mediante una encriptación sólida. Al mismo tiempo, busca que dicha información sea trazable y verificable para asegurar su confiabilidad.

El trabajo de la VCI parte de estándares ya en uso para el uso de información médica digital, como HL7 FHIR (Fast Healthcare Interoperability Resources),que tiene la ventaja de permitir la interoperabilidad entre proveedores de servicios. El objetivo final de la iniciativa es crear una copia digital cifrada de los certificados de vacunación almacenable en billeteras electrónicas. Por supuesto, también prevé que los datos puedan registrarse en un código QR para quienes por cualquier razón no quieran o no puedan utilizar teléfonos inteligentes.

Otras entidades también han empezado a utilizar otras propuestas de “pasaportes” electrónicos de vacunación. Una de ellas es la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), que puso en funcionamiento un pase digital actualmente probado por una treintena de aerolíneas. La aplicación permitirá a los gobiernos y transportistas recolectar y acceder a información cifrada sobre la vacunación y pruebas de COVID-19 de los viajeros antes de iniciar un viaje.

La Cámara Internacional de Comercio (ICC) y el Foro Económico Mundial (WEF), han lanzado sendas aplicaciones similares —ICC AOKpass y CommonPass— para permitir a los viajeros acreditar electrónicamente su estatus de vacunación.

Privacidad y “pasaportes” electrónicos de vacunación

“Pasaportes” electrónicos de vacunación

La expedición de certificados de vacunación válidos internacionalmente no es nuevo. Los primeros ejemplos se remontan a la década de los 30 del siglo pasado. El modelo más aceptado es el Certificado Internacional de Vacunación o Profilaxis (ICVP) emitido por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Conocido como Carte Jaune (“tarjeta amarilla”, por el color del cartoncillo en el que está impreso), el documento es utilizado para certificar la vacunación contra la fiebre amarilla.

Sin embargo, esta es la primera ocasión en que la industria y los gobiernos han recurrido a una alternativa electrónica para facilitar la emisión y control de los datos al tiempo que se busca evitar que el documento sea falsificable. Por supuesto, como con cualquier aplicación, hay preocupaciones referentes no sólo a la seguridad, sino a la privacidad de los datos personales.

Otra preocupación consiste en la posibilidad de que los “pasaportes” electrónicos de vacunación se conviertan en motivo de discriminación. Por lo pronto, y aunque se avanza a paso veloz en la adopción de estas herramientas digitales (e impresas), la propia OMS ha advertido a gobiernos y transportistas sobre la posible inconveniencia de exigir una prueba de vacunación como requisito para permitir los desplazamientos internacionales.