Los ecógrafos de bolsillo ayudan en el manejo de los pacientes con COVID-19. También llamados ultrasonidos de mano, consisten en una aplicación para tabletas o teléfonos inteligentes, en cuyas pantallas se proyectan las imágenes de un transductor conectado al puerto USB. Las imágenes obtenidas son optimizadas por los algoritmos de la app. Luego, es posible compararlas con imágenes en bancos de datos especializados o compartirlas con otros profesionales de la salud en busca de una segunda opinión.
Los ecógrafos de bolsillo no reemplazan las pruebas de laboratorio para detectar el COVID-19. En cambio, las pueden complementar de una manera sencilla y económica. En cuestión de minutos, permiten a los médicos detectar daños en los pulmones, incluso si el paciente no presenta síntomas severos. Es decir, los dispositivos —también conocidos como Point of Care Ultrasound (POCUS)— ayudan a los doctores a determinar al momento si algún enfermo requiere ser intubado.
Los primeros ecógrafos de bolsillo aparecieron en 2011. Fueron comercializados bajo la marca Butterfly iQ y requieren el uso de un smartphone o tableta para funcionar. Conforme se presentaron nuevos modelos, como el Lumify (de Phillips) o el GE Vscan (de Universal Diagnostic Solutions) la calidad de las imágenes mejoró. Hoy son comparables con las obtenidas por las máquinas de ultrasonido tradicionales, que pueden llegar a tener el tamaño de un gabinete mediano.
La tecnología de ultrasonido se utiliza en medicina desde mediados del siglo pasado. Sin embargo, no solía usarse para explorar los pulmones, dado que las ondas de sonido se disipan en el aire y no producen imágenes. Sin embargo, en los últimos años, los especialistas se percataron de que, bajo ciertas condiciones, es posible detectar si los pulmones tienen alteraciones. Esto resulta particularmente provechoso ante los daños producidos por el COVID-19.
Ecógrafos de bolsillo al alza
Antes de la pandemia, el uso de los ecógrafos de bolsillo estaba poco extendido. Cuando las salas de emergencia de los hospitales empezaron a saturarse y los médicos se percataron de su utilidad, la demanda comenzó a aumentar.
Entre los síntomas detectables por el ultrasonido se encuentra la inflamación de la pleura y la acumulación de fluidos en la cavidad torácica, típicas de la neumonía causada por el COVID-19. Con ella, los tejidos pulmonares se comprimen. Los rasgos alterados de su anatomía pueden ser visualizados con las imágenes producidas por los ecógrafos de bolsillo.
Conforme aumentó el uso de los ecógrafos de bolsillo, las compañías fabricantes y otros productores de tecnología comenzaron a poner en línea recursos educativos para los especialistas. El propósito es que los médicos aprendan a utilizar los dispositivos. También hay información clínica —como bases de datos de imágenes— actualizada conforme evoluciona la pandemia. Entre ellas, se encuentra el repositorio de la estadounidense Point-of-Care Ultrasound Certification Academy.
Aún no existen protocolos completamente establecidos para el uso de los ecógrafos de bolsillo en el diagnóstico del COVID-19. Sin embargo, están disponibles guías desarrolladas por profesionales que han atendido a un gran número de enfermos durante la pandemia. También hay evidencia de que puede ayudar a confirmar la enfermedad, incluso en algunos casos en que las pruebas clínicas arrojan falsos negativos. Esto se reportó en un estudio realizado en Italia y publicado en el Emergency Care Journal.
Las aplicaciones de los ecógrafos de bolsillo cumplen con las regulaciones estadounidenses (HIPAA) y europeas (GDPR). Además, su precio es notablemente menor: alrededor de 2,000 dólares contra los 50,000 de un sistema tradicional.