Las aulas inteligentes, concebidas para el aprendizaje activo, son un ejemplo del creciente impacto de las nuevas tecnologías en la educación. Son una respuesta al hecho de que, cada vez más, los estudiantes buscan que el entorno educativo en las universidades replique su vida cotidiana, en la cual la tecnología tiene una presencia continua gracias a los múltiples dispositivos y las plataformas de redes sociales que utilizan. De hecho, el uso de tecnología por parte de la institución educativa puede llegar a ser un punto fundamental a considerar al momento de que el estudiante se decide por una universidad.

—El estilo tradicional de lectura y toma de notas se está transformando a medida que las nuevas generaciones, acostumbradas a comunicarse en entornos colaborativos, ingresan a las universidades —apuntó Bernardo Rafael Caraveo, gerente de desarrollo del mercado vertical de educación—. Es por ello que las instituciones educativas, a través de sus docentes, deben estar mucho más cercanas a las tecnologías que les permitan captar la atención de los estudiantes en lugar de enfocarse en la manera tradicional de impartir clases.

Es así como las aulas interactivas se pueden volver una ventaja competitiva para las instituciones de educación superior, que además pueden utilizarlas para impulsar el aprendizaje activo.

—Los alumnos se fijan si hay espacios abiertos donde puedan incrementar su conocimiento y aprender y que el ambiente dentro del campus sea colaborativo —añadió Caraveo—. ¿Por qué colaborativo? Porque la enseñanza actual busca la identificación de problemas, el aprendizaje a través de proyectos y la innovación a partir del aprendizaje adquirido.

Aulas inteligentes: necesidades específicas

Las universidades deben considerar soluciones integradas en el aula que permitan a los docentes crear ambientes colaborativos de enseñanza. Sobre todo, deben tener presente las necesidades específicas por carrera o facultad.

El equipo de Ricoh, que integra no solo especialistas en tecnología sino también docentes, trabaja con los directores de carrera para detectar sus necesidades y, a partir de ellas, crea soluciones integrales que incluso pueden llegar a incluir tecnologías de otros proveedores.

Por ejemplo, los alumnos de diseño gráfico —que crean y comparten imágenes de alta resolución y utilizan softwares pesados— no solo necesitan en las aulas inteligentes pizarras interactivas y proyectores sino también Internet robusto. Por tanto, requieren un buen router de Internet —que Ricoh no produce— y proyectores de alta calidad para asegurar la nitidez. Por el contrario, los alumnos de contabilidad no requieren un alto desempeño en la pantalla. Por tanto, los proyectores utilizados para sus aulas pueden ser de una gama mediana.

Adicionalmente, los profesores deben recibir entrenamiento puntual sobre el uso del equipo y asesoría continúa para asegurar el máximo aprovechamiento del mismo. Ahí es donde la participación de un docente dentro del equipo integrador es fundamental. Los maestros de la institución pueden plantearles a sus pares sus necesidades y detallar los materiales que quieren desarrollar para que se cree una solución que realmente responda a sus necesidades.

—Un docente que conoce nuestra tecnología y que sabe cómo funciona entrena a un docente. Nuestro docente les enseña cómo puede subir su material, cómo debe crear sus clases en este ambiente colaborativo y responde a sus dudas específicas —apunta Caraveo.

Expectativas a futuro

En el futuro, la empresa anticipa que las aulas inteligentes serán espacios abiertos, con muebles cómodos para sentarse y poner la computadora, donde se pueda proyectar el contenido, los alumnos colaboren entre sí y se pueda tener una videoconferencia con alumnos ubicados en otros lugares geográficos.

Serán «un lugar como Disneylandia, donde los estudiantes se diviertan y se llenen de energía. Dinámico y que no sea exclusivo de una carrera. Un espacio para todos los estudiantes», concluye Caraveo.