El agotamiento por videoconferencias puede resultar muy familiar para los universitarios, dado que son uno de los recursos más empleados para las clases a distancia. Un equipo de investigadores de la Universidad de Stanford encabezado por el doctor Jeremy Bailenson, director fundador del Virtual Human Interaction Lab (VHIL) de la universidad, se dedicó a analizar el impacto psicológico del uso de esta tecnología. Dicho cansancio se suma al estrés que sufre todo el mundo, incluidos los universitarios, a causa de pandemia.

El estudio, publicado en febrero en pasado en la revista arbitrada Technology, Mind and Behavior, identifica cuatro causas principales del agotamiento por videoconferencias. Lejos de denostar el uso de estas herramientas, señala cuáles son las características que disparan el cansancio de los usuarios y sugiere algunos cambios sencillos en las interfaces para evitarlo. También incluye recomendaciones a los usuarios para optimizar el uso de las plataformas y menguar la recurrencia de la fatiga.

Cercanía excesiva

Contacto visual excesivo: El tiempo que pasamos mirando a los ojos de los demás participantes en una videoconferencia, así como el tamaño de sus caras en las pantallas, quedan fuera de la experiencia de las personas en el mundo real.

Agotamiento por videoconferencias

En las reuniones presenciales, como las que se dan en los salones de clases, lps estudiantes no miran fijamente todo el tiempo a los profesores mientras éstos hablan. Parte del tiempo se dedica a tomar notas, consultar otros materiales o, simplemente, a mirar hacia otro lado. En cambio, en las videollamadas, todo el mundo mira a los demás todo el tiempo, inclusive a los que no están hablando. Esto se debe a que en la pantalla están los rostros de todos los participantes a la vez. En consecuencia, el contacto visual —o la sensación de ser observado sin pausa por los demás— se incrementa en forma desmedida y ello puede causar ansiedad.

Otro factor importante para el agotamiento por videoconferencias señalado por el estudio es el tamaño en que aparecen las caras de los demás en la pantalla. Según las dimensiones y la configuración del monitor, las imágenes pueden mostrarse demasiado grandes cuando se trata de videollamadas uno a uno. Eso reproduce la experiencia que se tiene al hablar con alguien íntimo, pues emula la cercanía física que se da entre las personas. La respuesta emocional inconsciente a esta situación puede resultar agotadora si se experimenta durante periodos prolongados o repetidos durante el día.

La solución sugerida consiste en evitar el uso de la pantalla completa y reducir el tamaño de la ventana de la videoconferencia. También conviene usar un teclado inalámbrico para aumentar la distancia entre el monitor y el usuario. Esto crea una zona de espacio personal.

El peso de la propia imagen

●Mirarse a uno mismo durante las videollamadas resulta fatigante. La mayor parte de las plataformas muestran un recuadro en el que aparece la imagen del usuario tal como la ven los demás. De acuerdo con el doctor Bailenson, esto equivaldría a que en el mundo real alguien anduviera detrás con un espejo todo el tiempo. El problema es que cuando uno se mira reflejado, suele ser más crítico no sólo de la apariencia, sino de los gestos y expresiones personales. Hacerlo por periodos prolongados resulta muy estresante.

Para evitar este problema, la solución apuntada por el investigador es muy sencilla: basta con desactivar la opción que permite al usuario ver su propia imagen. Eso emula la experiencia que se tiene al hablar con los demás en el mundo real.

Permanecer demasiado tiempo fijo en un lugar. Durante las charlas en vivo, o incluso por teléfono, las personas pueden moverse, caminar y cambiar de entorno. Dado que la mayoría de las cámaras tienen un campo visual fijo, los usuarios se ven forzados a mantenerse en un mismo lugar durante todo el tiempo de la videollamada. Eso resulta poco natural e inclusive tiene un impacto negativo en el desempeño mental de las personas y contribuye al agotamiento por videoconferencias, según indica el doctor Bailenson.

Para evitarlo, sugiere el uso de dispositivos que permitan el desplazamiento de las personas por la habitación en la que efectúan la videollamada. Por ejemplo, se puede utilizar una cámara externa bien ubicada o recurrir a la de un teléfono celular en vez de la incorporada en la pantalla de las computadoras portátiles. Eso facilita que el hablante pueda desplazarse de una manera más normal. Por supuesto, también ayuda apagar de tanto el video, cuando no es esencial para la comunicación.

Esfuerzo cognitivo y agotamiento por videoconferencias

Agotamiento por videoconferencias

El desgaste mental es mucho mayor en las videoconferencias. En el mundo real, la comunicación no verbal contribuye a transmitir eficazmente los mensajes entre hablantes. Los gestos, posturas y otros indicadores que los humanos interpretan inconscientemente, de manera automática, enriquece los intercambios entre las personas.

Sin embargo, durante una videollamada, resulta mucho más arduo discernir e interpretar adecuadamente dichas señales, sobre todo cuando se trata de grupos grandes. Por lo tanto, el esfuerzo cognitivo necesario es mucho mayor, con la consecuente e inevitable fatiga. A ello se suma el hecho de que los participantes en una videoconferencia deben ser mucho más conscientes de sí mismos. Entre otras coas, deben cuidar que aparecen correctamente a cuadro y ser muy deliberados en los gestos empleados, cosa que en la comunicación cara a cara fluye naturalmente, sin necesidad de reparar en ello.

El remedio indicado por los investigadores de Stanford pasa una vez más por limitar el uso de la cámara y desconectarla a ratos cuando se trata de conferencias muy largas o muy seguidas. Eso elimina el peso de la comunicación verbal. Lo ideal no es sólo apagar la cámara, sino alejarse físicamente de la pantalla, para reducir la carga mental y atenuar el agotamiento por videoconferencias.