Los trastornos mentales pueden ser un serio problema de salud pública. De acuerdo con datos de especialistas del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, alrededor de un tercio de las personas en México los sufre en algún momento de su vida. Atender esta situación de manera tradicional requiere ingentes cantidades de recursos humanos y materiales. Sin embargo, hay alternativas. El uso de la inteligencia artificial o IA en la salud mental permite enfrentar el problema de manera viable y accesible.
En México, uno de los principales obstáculos para mejorar la salud mental es la falta de dinero. Ello deriva en que apenas el 15% de los afectados reciba algún tratamiento, generalmente tardío. De hecho, no es raro que la atención se demore hasta 14 años desde la aparición de los primeros síntomas.
Ahora bien, recurrir al uso de la IA en la salud mental abre nuevas vías para el diagnóstico, tratamiento y prevención de los trastornos. Su potencial radica en su capacidad de ofrecer soluciones personalizadas y rentables.
Un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad Rey Khalid, de Arabia Saudita, exploró la capacidad de diversas soluciones de IA generativa para comprender y responder a las emociones humanas. Para ello, comparó sus respuestas con las de 180 psicólogos de la universidad en sesiones simuladas de terapia. Cada participante, tanto humano como IA, respondió a 64 escenarios diferentes. Los resultados fueron sorprendentes. ChatGPT-4 obtuvo una puntuación de 59 sobre 64 en la escala utilizada, superando a los psicólogos participantes.
Ventajas de la IA en la salud mental
Una de las razones que posibilitan el uso de la IA en la salud mental es una función incorporada para los usuarios de paga de ChatGPT-4. Consiste en retener la información introducida de manera más permanente, gracias a lo cual la IA puede recordar detalles de conversaciones previas con el usuario.
Eliminar la necesidad de repetir lo dicho en conversación anteriores facilita el uso de la IA en la salud mental, pues asemeja las interacciones a las que el usuario podría tener con un terapeuta. Esto es, la IA “sabe” de qué se está hablando, lo que permite que el usuario se desahogue más cómodamente. Luego puede ofrecer consuelo, sugerir mecanismos para afrontar la situación o, simplemente, ser un oído virtual siempre disponible.
Este sólo hecho puede contribuir a mejorar significativamente la calidad de vida de los usuarios.
De hecho, la disponibilidad en todo momento es uno de los aspectos más tranquilizadores para los usuarios de la IA en la salud mental. Otro aspecto es el anonimato y la certeza de que el algoritmo no juzgará lo que escuche. Eso facilita que las personas se abran y expresen sus sentimientos sin temor. Así, al brindar un entorno privado y libre de estigmas, las aplicaciones de IA accesibles a través de teléfonos inteligentes y computadoras contribuyen a la estabilidad emocional de los usuarios.
Complemento para los profesionales
Pero tal vez uno de los beneficios más trascendentes a largo plazo del uso de la IA en la salud mental consiste en su capacidad de detección y diagnóstico precoz de diversos trastornos. Y no se limita a las conversaciones con los usuarios.
Las soluciones de IA pueden examinar la información generada por el paciente en diferentes áreas de su vida digital. Los algoritmos pueden examinar desde publicaciones en redes sociales y datos recopilados por dispositivos “de vestir” (wearables) hasta cambios en los patrones de habla y expresiones faciales del usuario.
Eso permite la identificación de cambios delatores de posibles problemas de salud mental y alertar a los médicos antes de que empeoren. Esto resulta especialmente relevante en el caso de las tendencias suicidas.
Por otra parte, el uso de la IA en la salud mental tiene ventajas para los médicos tratantes. Por ejemplo, les permite automatizar tareas y, gracias al análisis de datos, mejorar su comprensión de las causas y orígenes de trastornos complejos. En consecuencia, pueden formular tratamientos más personalizados, que tomen en cuenta el historial médico, las variaciones emocionales y la respuesta en tiempo real de los pacientes a cada fase de la terapia.