La compraventa de trabajos en el ámbito universitario consiste en obtener de un tercero una tarea o un ensayo y presentarlos como propios. No es una práctica nueva pero sí cada vez más frecuente en las universidades, pues aumentó de manera significativa durante la pandemia. Una investigación de los académicos británicos Thomas Lancaster y Robert Clarke —quienes acuñaron el término en inglés contract cheating (“trampa por contrato”) para nombrarla— señala que más del 50% los universitarios están dispuestos a recurrir a la compraventa de trabajos. Lo determinante es que las ventajas a obtener —por lo general, mejores calificaciones— sean mayores que el posible costo: ser sorprendidos y sancionados.

Aunque la compraventa de trabajos parece implicar un intercambio de dinero, no siempre es así. Puede ser, por supuesto, que haya un pago —generalmente a algún sitio en Internet dedicado a redactar tareas a destajo. Sin embargo, también se considera compraventa de trabajos si la tarea se obtiene desde sitios gratuitos o bien, algún familiar o amigo la escribe. Inclusive, el término abarca el intercambio de ensayos entre condiscípulos.

Cómo evitar la compraventa de trabajos

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En todo caso, la compraventa de trabajos es una grave falta de integridad académica. Esto es, siempre denota la intencionalidad de hacer trampa, explica en entrevista Catalina Londoño, gerente de servicios profesionales y educativos de Turnitin. «Sin embargo, es posible detectarla. Elementos como la ortografía, el vocabulario y la estructura de las oraciones y los párrafos presentan patrones identificables para cada persona. Siempre hay una diferencia evidente entre los estilos de redacción del estudiante y de quien realizó el trabajo comprado», señala.

Dichos patrones se complementan con otros creados por el formato de los documentos, el software y el dispositivo utilizado para su escritura. «Esa información queda almacenada en los metadatos. Si cambia radicalmente en comparación con otros trabajos del estudiante, lo podemos descubrir. Obviamente, para ello necesitamos tener un archivo histórico con otras tareas del alumno», agrega Londoño.

Afortunadamente, identificar la compraventa de trabajos no queda librado a la mera percepción de los profesores. Existen herramientas de software diseñadas para automatizar la labor y proveer a enseñantes y universidades con elementos objetivos de juicio. Una de ellas es Turnitin Originality.

«La solución compara automáticamente los metadatos del documento y los patrones verbales de los trabajos para detectar un posible plagio», señala Londoño. «Ahora bien, eso no es prueba de que el estudiante no escribió el trabajo, pero sí indicios de que hay algo raro». La información debe turnarse a quienes valoran si hubo compraventa de trabajos o no.

El papel de la inteligencia artificial

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Por otra parte, cuando se trata de trabajos en inglés, el software puede realizar análisis de lingüística forense potenciados con inteligencia artificial. Para ello, examina a fondo la tarea para ponderar si la complejidad del vocabulario, la longitud de oraciones y párrafos y el tono son consistentes con lo que ha presentado antes el estudiante.

Por el momento, en español sólo funciona el análisis de metadatos de Originality. «Desarrollar la función de lingüística forense en español es complejo, por las variaciones regionales en el idioma y no estará disponible en el corto plazo», explica Londoño.

El principal mercado para esa funcionalidad de la solución se encuentra en Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda. En dichos países hubo escándalos que implicaron a decenas de universidades y miles de estudiantes que recurrieron al contract cheating. A partir de tales hechos, se expidieron leyes que sancionan la práctica de una u otra forma. Y no sólo en el caso de los estudiantes, sino de quienes medran al vender los trabajos.

Deshonestidad aparte, la compraventa de trabajos también presenta riesgos de ciberseguridad. Es frecuente que los sitios de venta de ensayos distribuyan malware para integrar nuevos dispositivos a botnets de criptominería. En tales casos el peligro no se limita a las computadoras, tabletas o teléfonos posiblemente infectados en redes caseras. El malware puede extenderse a las redes universitarias cuando los estudiantes se conectan a ellas con los mismos dispositivos.