La idea de una realidad virtual, en la que se puede interactuar con otras personas y hasta con inteligencias artificiales, no es nueva. Existe desde hace varias décadas y ha sido explorada ampliamente en la literatura y el cine. Inclusive, se han hecho intentos de llevarla al mundo real y utilizarla en las universidades. De hecho, en 2006 surgió el primer ensayo de un metaverso en la educación superior, cuando la firma Linden Labs creó Second Life.

Se trataba de un mundo virtual en el cual los usuarios navegaban con avatares, es decir, personas digitales. Ahí, las universidades tuvieron la oportunidad de crear campus virtuales e impartir una educación inmersiva. La interacción en las aulas virtuales resultó ser muy parecida a la que tiene lugar en la vida real. Sin embargo, se encontró que las personas eran más sinceras cuando conversaban en Second Life.

Si bien ese metaverso aún continúa activo y accesible en línea, los campus virtuales recuerdan a pueblos fantasma. En su mayoría carecen de actividades y poca gente los frecuenta. Sin embargo, parece que ahora las intenciones de aprovechar el metaverso en la educación superior podría tener una segunda vida.

Repuntan los campus virtuales

Metaverso en la educación superior

Impulsadas por el confinamiento forzoso de los años anteriores, diversas universidades recurrieron a las soluciones remotas para atraer a potenciales alumnos. Los aspirantes no sólo podían realizar recorridos virtuales desde cualquier dispositivo terminal. También accedían a videos informativos y conversaciones a través de plataformas de videoconferencias. Ahora, comienzan a surgir opciones para conocer algunas universidades dentro de un metaverso y visitar, así sea virtualmente, los campus.

Por supuesto, las aplicaciones del metaverso en la educación superior no se limitan al reclutamiento de nuevos estudiantes. Algunas instituciones, como la Universidad de Miami, ofrecen experiencias inmersivas a sus alumnos. Ya sea realizar experimentos químicos en un laboratorio virtual o recorrer museos para contemplar las obras abordadas en clases de arte o arqueología. De hecho, la oferta de experiencias inmersivas (denominada XR Initiative) abarca temas de arquitectura, atención médica, cambio climático y psicología, entre otros temas.

Además, el uso del metaverso en la educación superior permite a los estudiantes transportarse instantemente a cualquier punto del campus o a otros entornos. Pueden, por ejemplo, asistir a cirugías virtuales, cual si estuvieran en el quirófano. O bien, visitar las líneas de producción de una gran fábrica e inspeccionar detalladamente los productos. También les es posible crear y manipular gemelos digitales de cualquier máquina, lo cual es un gran recurso para los estudiantes de ingeniería.

Un beneficio adicional del metaverso en la educación superior es que reduce drásticamente la necesidad de acudir físicamente a los campus. Así, los estudiantes de ubicaciones remotas —inclusive en otros países— pueden formarse a distancia e interactuar en el mundo virtual con condiscípulos y profesores.

Oportunidades y riesgos del metaverso en la educación superior

Metaverso en la educación superior

El metaverso en la educación superior parece tomar cada vez más consistencia. Por ejemplo, de acuerdo con la empresa VictoryXR, el próximo otoño una decena de universidades estadounidenses harán uso de las “metaversidades”. Se trata de aulas y campus virtuales inmersivos.

Entre las universidades que emplearán esa herramienta se cuentan la Universidad de Kansas, la Universidad de Virginia Occidental, la Universidad de Maryland y la Universidad Estatal de Dakota del Sur, por mencionar algunas. Cada una de ellas tendrá un réplica digital de sus instalaciones. En ellas, los avatares de los estudiantes tomarán clases de manera sincrónica, en tiempo real, tal como si estuvieran físicamente en los campus.

Por supuesto, conforme aumente el uso del metaverso en la educación superior, aumentarán los riesgos a la ciberseguridad. De particular importancia serán la privacidad de los datos y la protección de la identidad, pues cada avatar es, en los hechos, un “gemelo digital” del estudiante. Por ello, incorpora mucha información personal de su propietario. Además, cada una de sus acciones en el campus virtual será registrada y almacenada.

Otro aspecto que podría resultar preocupante conforme se popularice el uso del metaverso en la educación superior es la dificultad para mantener a los alumnos concentrados en su aprendizaje. Por su naturaleza, el universo virtual es proclive a rebosar con distracciones de todo tipo. Un riesgo adicional es la posibilidad de que se amplíe la brecha que separa a quienes no tienen acceso a la tecnología.