La digitalización continúa transformando profundamente el sistema educativo a nivel mundial. Con ella, las escuelas modernizan sus procesos administrativos y operativos, optimizan la capacitación de sus docentes, y brindan mayor flexibilidad académica a sus alumnos. Asimismo, es común que las instituciones de educación superior contemplen modalidades de enseñanza híbridas y remotas. Para ello aprovechan aplicaciones móviles y en la nube para fomentar la colaboración e interacción en la labor docente y en las clases. Y todo ello las pone en la mira del cibercrimen.

En Latinoamérica, las plataformas digitales han permitido ampliar el acceso a educación superior. Llega ahora jóvenes de zonas marginadas que, de otra forma, verían truncado su sueño de estudiar una carrera. También han aumentado la competitividad internacional, al facilitar opciones online que abren la puerta a estudiantes que viven en otros países.

En México, tres de cada cuatro universidades cuentan ya con procesos digitalizados o automatizados, según arroja una reciente encuesta de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES). Sobre esta base, más de la mitad están acelerando su preparación para utilizar la inteligencia artificial (IA) en sus procesos. Y le asignan una alta prioridad en varios casos. Destaca el propósito de potenciar la docencia y la calidad educativa (tema que obtiene una prioridad alta en el 65% de los casos).

También priorizan optimizar el aprendizaje y la evaluación del aprendizaje e impulsar la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación (ambas con alta prioridad para el 57% de las instituciones participantes).

Menos ataques, pero más dañinos

El problema es que, a mayor uso de tecnologías digitales y disruptivas, el riesgo de sufrir ataques del cibercrimen también crece. Las universidades manejan una gran cantidad de datos sensibles (información confidencial de estudiantes y personal catedrático; expedientes académicos; certificados; proyectos científicos; resultados de investigaciones; patentes, etcétera). Por ende, son un blanco principal del cibercrimen.

De acuerdo con Sophos, la tasa global de ataques de ransomware en el sector educativo bajó de un año al otro. De hecho, el 63% de las instituciones de educación superior sufrió un ataque en 2024, versus el 79% en 2023. Sin embargo, el daño fue mayor. La tasa de ataques con cifrado de datos en este nivel educacional pasó del 73% al 77%. Además, los ciberdelincuentes están robando los datos y usándolos como chantaje para monetizar aún más los ataques, en el 18% de los casos.

Los ataques de ransomware y el cibercrimen no han dejado de crecer. El Reporte de Tendencias de Ransomware y Estrategias Proactivas 2025, de Veeam, indica que el 21% de las organizaciones latinoamericanas en general reportaron al menos un ataque el año pasado; el 34% sufrieron dos ataques; el 25%, tres, y el 20% cuatro o más.

Las universidades no se pueden permitir detenerse. ¿Qué pueden hacer ahora que comienza un nuevo ciclo escolar para protegerse tanto del ransomware como de otras vulnerabilidades que pongan en peligro su valiosa información y su dinámica habitual? Hay varias tareas que, si se llevan a cabo adecuadamente, ayudan a las áreas de TIC y seguridad a mantener a salvo los datos y la continuidad operativa, aun ante la inminencia de un ataque.

Resiliencia radical para frenar el cibercrimen

Se deben tomar medidas sólidas de ciberseguridad. Entre ellas, la implementación de sistemas de detección de intrusos y la autenticación multifactorial (MFA). También se deben mejorar las prácticas en relación con la actualización de plataformas y aplicaciones. Para ello, es crucial contar con una estrategia enfocada en las personas, que incluya capacitación continua para alumnos, docentes y personal en general. Deben aprender a identificar amenazas y la importancia de contar con mejores prácticas de seguridad. Conviene implementar campañas de sensibilización, promoviendo el uso de contraseñas y autenticación, entre otros temas. Asimismo, realizar simulacros que preparen a la comunidad universitaria ante la posibilidad de incidentes reales.

Finalmente —pero no menos importante—, a nivel de infraestructura tecnológica las instituciones educativas deben renovar sus estrategias de protección de datos. Hoy por hoy y de cara al futuro, las soluciones de respaldo y recuperación ante desastres tradicionales no detienen al cibercrimen del siglo XXI.

Las medidas anteriores no sirven de mucho si no se cuenta con un enfoque hacia la resiliencia radical. Es decir, se debe ir más allá de la protección convencional de datos y brinde seguridad de datos, recuperación de datos y libertad de datos a través de un respaldo y recuperación inteligente, basado en Zero Trust. Debe ofrecer visibilidad y analítica avanzada y ser inmutable.

El sector educativo es cada vez más dependiente de la digitalización y las nuevas tecnologías. Dado que la transformación digital seguirá avanzando, es fundamental que las instituciones tengan una base sólida de seguridad y protección de datos. La resiliencia radical de los datos es un pilar que garantizará la continuidad del aprendizaje y la integridad de la comunidad universitaria del país. Es decir, evitará que pueda verse interrumpido por las múltiples amenazas del cibercrimen que nos acecha mundialmente.